Hace
muchos años cuando aun era un niño, y escuchaba a mi padre contar
las historias de Al Capone, me preguntaba como seria aquel carro en
que emprendía su veloz partida al momento de la huida, mi padre
hablaba con tal naturalidad que me hacia presagiar que en cualquier
momento llegaría a ver a ese auto negro, de dos puertas, Ford de los
años 20.
Recuerdo cuando jugaba en mi barrio de Cocharcas, hoy
Mariscal Castilla, había un señor llamado Juanito, tenia un Ford
negro pero moderno para los años 70, al que los muchachos del barrio
le llamábamos Al Capone, guardaba el auto en la cochera del gringo
“Cuy moro” Don Alberto Livora.
Tenía don Juanito unos
amigos también taxistas a los que llamábamos Los Intocables,
Johnny
Torrio. Llamábamos a don Gustavo, el más veterano de todos, Frankie
Yale, era don Pedro, el más renegón del grupo, O’Banion, decíamos
al loco Cesar, el más sobrado de todos, siempre paraba con el
cigarro en la boca, y a los señores Carlos y José quienes eran los
más tranquilos y calladitos de todos, los llamábamos Aiello y Bugs.
Total eran todos unos personajes famosos del hampa en Chicago, Jim
Colosimo, era el más temido de todo, pues así llamábamos al gringo
matón de la esquina del barrio Santa Rosa, al temible Loco Pepe, le
gustaba meter cuchillo a las pelotas de jebe que caían al techo de
su casa.
Esta semana pasada al estar en la Provincia de
Huarochirí, en Santa Eulalia, vi estacionado frente a un grifo, a un
auto legendario de los años 20-40, dos puertas, color negro, Ford, y
mis recuerdos al toque envolvieron en papel de fina nostalgia a la
voz de mi padre contándome la vieja historia de los años 20, la
vida de Alphonse Capone.
No dude mucho y dije al poeta Raúl
Gálvez, quien iba al volante de se auto Lada, con mi voz un poco
emocionado detente hermano, quiero tomarme unas fotos en el auto de
Al Capone, cosa que accedió inmediato y Celia como si fuera una
reportera grafica, imprimió varias fotos de la replica del auto de
Los Intocables.
Cuando me atreví a entrar dentro del auto, mi
viejo corazón de niño latía acelerado como si mi padre estuviera
ahí, enseñándome al viejo Ford, con manizuela al arranque y dos
faroles como ojos del tiempo alumbrando mis juveniles
recuerdos.
Santa Eulalia 24 de Enero de 2009
Julio
Solórzano Murga
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