domingo, 4 de noviembre de 2018

El Auto de Al Capone




Hace muchos años cuando aun era un niño, y escuchaba a mi padre contar las historias de Al Capone, me preguntaba como seria aquel carro en que emprendía su veloz partida al momento de la huida, mi padre hablaba con tal naturalidad que me hacia presagiar que en cualquier momento llegaría a ver a ese auto negro, de dos puertas, Ford de los años 20.

Recuerdo cuando jugaba en mi barrio de Cocharcas, hoy Mariscal Castilla, había un señor llamado Juanito, tenia un Ford negro pero moderno para los años 70, al que los muchachos del barrio le llamábamos Al Capone, guardaba el auto en la cochera del gringo “Cuy moro” Don Alberto Livora.
Tenía don Juanito unos amigos también taxistas a los que llamábamos Los Intocables,
Johnny Torrio. Llamábamos a don Gustavo, el más veterano de todos, Frankie Yale, era don Pedro, el más renegón del grupo, O’Banion, decíamos al loco Cesar, el más sobrado de todos, siempre paraba con el cigarro en la boca, y a los señores Carlos y José quienes eran los más tranquilos y calladitos de todos, los llamábamos Aiello y Bugs. Total eran todos unos personajes famosos del hampa en Chicago, Jim Colosimo, era el más temido de todo, pues así llamábamos al gringo matón de la esquina del barrio Santa Rosa, al temible Loco Pepe, le gustaba meter cuchillo a las pelotas de jebe que caían al techo de su casa.
Esta semana pasada al estar en la Provincia de Huarochirí, en Santa Eulalia, vi estacionado frente a un grifo, a un auto legendario de los años 20-40, dos puertas, color negro, Ford, y mis recuerdos al toque envolvieron en papel de fina nostalgia a la voz de mi padre contándome la vieja historia de los años 20, la vida de Alphonse Capone.
No dude mucho y dije al poeta Raúl Gálvez, quien iba al volante de se auto Lada, con mi voz un poco emocionado detente hermano, quiero tomarme unas fotos en el auto de Al Capone, cosa que accedió inmediato y Celia como si fuera una reportera grafica, imprimió varias fotos de la replica del auto de Los Intocables.
Cuando me atreví a entrar dentro del auto, mi viejo corazón de niño latía acelerado como si mi padre estuviera ahí, enseñándome al viejo Ford, con manizuela al arranque y dos faroles como ojos del tiempo alumbrando mis juveniles recuerdos.

Santa Eulalia 24 de Enero de 2009

Julio Solórzano Murga







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